El Moncada ilumina el destino de Cuba
Unidad de ideas, amor a la Patria y confianza plena en sus ideales, marcaron las acciones de uno de los hechos trascendentales de nuestra historia nacional.
Aquella madrugada del 26 de julio de 1953, un grupo de jóvenes irrumpió el silencio de la noche para tomar por asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Mientras Santiago de Cuba disfrutaba de su noche de carnaval, los asaltantes vistieron los uniformes del ejército batistiano, recibieron el armamento y las instrucciones para la acción por parte de Fidel.
Nuestro líder histórico encabezó un grupo numeroso que atacó por la posta tres, en tanto Raúl ocupó con otros hombres el Palacio de Justicia y Abel Santamaría, el otrora hospital Saturnino Lora, ubicados ambos en el perímetro del enclave militar.
Sin embargo, el factor sorpresa fue frustrado. Una patrulla de recorrido exterior advirtió la presencia de los combatientes y se desató un intenso combate en el que los soldados batistianos dominaban en cantidad de armas, calibre y posición.
Después vino la retirada, el baño de sangre que tiñó las calles de Santiago de Cuba, los días ocultos entre lomas, la captura y aquella frase “las ideas no se matan”, que le salvó la vida a Fidel Castro y marcó, de alguna manera, el camino de Cuba.
Aunque la audaz acción armada no triunfó momentáneamente, sí marcó el comienzo de la última y definitiva etapa de las luchas insurreccionales por la independencia en Cuba, que tuvo colofón el Primero de Enero de 1959.
Setenta y un años han pasado y todavía, el valor de los moncadistas compromete; su arrojo, enorgullece y la entrega de sus vidas jóvenes, sigue marcando el paso fecundo de la libertad.
Era el valiente aporte de los dignos jóvenes para ver, definitivamente, a Cuba independiente, como lo quiso el Apóstol al organizar su Guerra Necesaria en 1895.
Esa Generación del Centenario no dejó morir al Maestro y fue aquel 26 de Julio de 1953 se materializaría el ideario de Martí, cuando expresó: “El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la dirección de sus sentimientos”.