El latido maternal de una madre
Solo 16 minutos bastaron para lo que presagiaba una eternidad. El abultamiento del vientre de la egresada de 2007 de esta Universidad, desapareció el 3 de julio de 2021.
El llanto de Edis Daniel Nicolás Martínez alumbró el salón de parto como la luz del mundo devuelve el sueño al fatigado. Y con él corrieron el gozo y hasta los anhelos hicieron sus piruetas. Le había nacido un varón al mundo en un abrir y cerrar de ojos.
La etapa de romper la fuente, de las indescriptibles contracciones, los miedos y tensiones, entró como Pedro por su casa al libro de los sobresaltos. Para entonces la dureza de las historias y experiencias escuchadas sobre el parto, que pusieron traspiés a su ánimo, resultó una nimiedad. En ese trance los consejos de la familia, esposo, allegados y médicos halaron las cuerdas del amor más sabia y fuertemente.
A partir de ahí, todo cambió para esta primeriza, actual directora de Servicios de Protocolo en la Universidad. “Cuando llega un bebé, el estilo de vida cambia. El tiempo que disponías para otras tareas ya no lo tienes. Y al niño hay que dedicarle tiempo", afirmó sin titubeos.
Al considerar esencial la base de toda formación, remonta el vuelo hacia la enseñanza que recibió de sus padres en Camagüey. Insiste en que sus progenitores la educaron a través del respeto y los modales desde la casa, un pilar en el que descansa la enseñanza de su niño.
“El respeto a las personas, a los mayores, vecinos, el querer a la familia, la unidad en ella, es fundamental. A mí me criaron así”.
La carismática joven, quien educa a través de la sonrisa con ese peculiar estilo de dirección sin rehuir del rigor, confiesa que “hay que saber escuchar, tener paciencia y tomar decisiones difíciles”.
“Ahora toca hacer para que ese niño crezca, tenga una mejor educación, futuro, independientemente del camino o decisiones que puedan tomar lo hijos en la vida”.
Si una experiencia impacta de la maternidad, relata esta primeriza, es sin dudas el instinto que se desarrolla. “Las diversas tareas al pendiente del niño, dice, te hacen ser multifacética, porque el oído se te estimula, el campo visual se ensancha y estás en varias labores a la vez”.
“Haber sido madre no tiene comparación”. Lo describe como “lo más especial que le puede suceder a una mujer en la vida”.
La crianza de un hijo -espeta como en un soplo- “imprime mayor sacrificio porque tienes que regular la fuerza y no te puedes cansar. Te sobrepones a los problemas y no te echas a morir cuando algo sale mal. Hay que tener mucha fuerza de voluntad”, exhortó.
Daimara Martínez Borrell es feliz. Ese “amor más lindo del mundo” como ve su maternidad, aúpa su vida. Y aunque los dolores de las contracciones parecían no acabar nunca, siempre se acuerda de ese 3 de julio cuando el llanto del niño la deleitó.