Y Santiago se vistió de verde olivo….
“en 1956 seremos libres, o seremos mártires”
Fidel Castro Ruz
El 25 de noviembre de 1956 desde el puerto mexicano de Tuxpan zarpó con destino a Cuba el yate Granma, a bordo 82 expedicionarios, preparados para comenzar la guerra de guerrilla contra la tiranía de Fulgencio Batista en el poder. “Obra pedida agotada” era la contraseña convenida que, dirigida en un telegrama a Frank País, indicaba que los expedicionarios partían rumbo a esta Isla a iniciar una de las más grandes epopeyas por libertad de Cuba.
Frank País, una vez recibido el telegrama organizó el levantamiento armado del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, acción de apoyo al desembarco del Granma, expedición que debía llegar a Cuba ese día, pero las difíciles condiciones para la navegación retrasaron dos días el arribo, teniendo lugar el 2 de diciembre por la playa Las Coloradas, cerca de Belic en la antigua provincia de Oriente. Los objetivos para asistir desde allí al desembarco del Granma y a sus 82 expedicionarios, estaban claramente definidos: tomar por sorpresa la Policía Marítima, el edificio de la Policía Nacional y el Cuartel Moncada.
La noche del 29 de noviembre de 1956 se presentaba en aparente calma para los santiagueros, pero lo cierto era que, en diferentes puntos de la ciudad, se les hicieron llegar a los revolucionarios que se hallaban acuartelados, las armas, los uniformes verde olivo, que se vistieron por vez primera en una acción revolucionaria, y el brazalete rojo y negro, símbolo del Movimiento 26 de Julio(M-26-7). El alzamiento estaba dispuesto para las siete de la mañana del viernes 30 de noviembre.
Las notas del Himno Nacional, entonadas por quienes se aprestaban al combate, despertaron a la ciudad de Santiago, cubierta de valerosos hombres, que empuñaban las armas y vestían sus uniformes verde olivo con el brazalete rojo y negro del M-26-7.
El fuego de los cócteles Molotov usados por los combatientes arrasó con la estación de Policía, pero en la acción perdieron la vida tres jóvenes valerosos, los jefes del comando Pepito Tey, Otto Parellada y Tony Alomá.
Las acciones se prolongaron durante todo el sábado, Santiago, era sobrevolada y ametrallada por aviones de guerra, contra los cuales, abrían fuego los francotiradores del Movimiento 26 de Julio, Ya el domingo, y frente a las desiguales condiciones de lucha, el mando revolucionario dio la orden de repliegue.
El pueblo santiaguero fue el gran aliado de los combatientes rebeldes. Escondieron y protegieron a los insurrectos, atendieron y cuidaron de los heridos, ofrecieron sus viviendas, y alertas, comunicaban cualquier movimiento del enemigo.
Muchos otros jóvenes ofrendaron sus vidas, pero aquel amanecer verde olivo jamás se borró de la mente de sus protagonistas. «Recuerdo vívidamente cada uno de los pensamientos que bullían en mi mente; la preocupación y ansiedad por Fidel y los compañeros (…), el cuidado por cumplir eficientemente las misiones (…) encomendadas por Frank y, sobre todo, la (…) genuina euforia motivada por saber que aquel día podíamos ofrendar la vida a la Patria», enfatizaría años después Vilma Espín.