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Martí asemeja al amor con “delicadeza, esperanza fina, merecimiento y respeto”

Nancy Pérez Medina |
14 de Febrero de 2018 / 9:30 am
“El amor como el árbol, ha de pasar de semilla a arbolillo, a flor, y a fruto”

El amor a la Patria, a su hijo, a sus amigos; el amor de la pareja humana. Sobre este último tema nuestro Martí dio una vigente interpretación, que como pétalo en flor nos legó en múltiples de documentos.

Entre las cartas a su hermana Amelia y a María Mantilla podemos ver que identifica a ese sentimiento como “delicadeza, esperanza fina, merecimiento y respeto”:

“¿Tú ves un árbol? ¿Tú ves cuánto tarda en colgar la naranja dorada, o la granada roja, de la rama gruesa?  Pues, ahondando en la vida, se ve que todo sigue el mismo proceso. El amor como el árbol, ha de pasar de semilla a arbolillo, a flor, y a fruto”.

Martí advierte del peligro de amar a ciegas, del amor a primera vista. Su inteligencia le permite ver, de entre momentos violentos, de tiempos tormentosos, lo que es el amor fundado en el merecimiento.

“Hay en nuestra tierra una desastrosa costumbre de confundir la simpatía amorosa con el cariño decisivo e incambiable que lleva a un matrimonio que no se rompe, ni en las tierras que esto se puede, sino rompiendo el corazón de los amantes desunidos”.

Para nuestro Héroe Nacional, el amor debe estar alejado de prejuicios morales y económicos; advierte a María:

“… ¿Piensa en el trabajo libre y virtuoso para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y por el vestido?  Eso es lo que las mujeres esclavas, -esclavas por su ignorancia y su incapacidad de valerse-, llaman en el mundo “amor”. Es grande, amor: pero no es eso”.

La vigencia no puede ser mayor, ya que, en la Cuba que él soñó, las mujeres no tienen que vender su cuerpo para poder vivir; tienen el derecho a prepararse, a formarse un futuro, a no depender de que le concierten un “buen partido”, sino a querer al que su corazón manda, sin prisa, ni apasionamiento ligero.

Al respecto, alerta a su hermana: “Por eso quiero yo que te guardes de vientos violentos y traidores, y te escondas al verlos pasar: que como aves de rapiña por los aires, andan los vientos por la tierra en busca de la esencia de las flores. Toda la felicidad de la vida, Amelia, está en no confundir el ansia de amor que se siente a tus años con ese amor soberano, hondo y dominador que no florece en el alma, sino después de largo examen, detenidísimo conocimiento, y fiel y prolongada compañía de la criatura en quien el amor ha de ponerse”.

Su prosa y poesía son un canto a la vida. Porque de entre sus relaciones patrióticas, políticas y su andar por el mundo, tiene sus vivencias y saca provecho.

“Una mujer de alta severa e inteligencia justa debe distinguir entre el placer íntimo y vivo, que semeja el amor sin serlo, sentido al ver un hombre que es en apariencia digno de ser estimado, y ese otro amor definitivo y grandioso que, como es el apegamiento inefable de un espíritu a otro, no puede nacer, sino de la seguridad de que el espíritu al que el nuestro se une tiene derecho, por su fidelidad, por su hermosura, por su delicadeza, a esta consagración tierna y valerosa que ha de durar toda la vida”.

Presupone que en la pareja no debe haber superioridad del uno sobre el otro: hay que amar y sentirse amado. “Siendo tiernos, elaboramos la ternura que hemos de gozar nosotros. Y sin pan se vive, sin amor ¡NO!”.

En el ser sensible que es José Martí, hombre apasionado de mirada honda hacia la vida, conceptúa el amor como algo que no se forma con una mirada espontánea o por deseos carnales. Todos hemos sentido ese “algo” que nos atrae a lo desconocido, queremos saber qué es. Hay que encontrarlo con perseverancia. Que no ocurra lo que nunca debió ser. El amor no es una obtención, es una entrega sin recelos por la confianza al que lo merece.

“Así como el alma se aparta con disgustos de los de corazón frío, y mente calculadora y reservada, así se entrega con júbilo y sin rebozo a los de espíritu sencillo y ardiente, mano acariciadora, y pensamiento abierto”.

Terminamos felicitando a todos por el 14 de Febrero, Día del Amor y la Amistad, que se simboliza con San Valentín, Cupido, corazones, flores, poemas…, porque, como me dijo un amigo: “Vale la pena luchar por lo que vale la pena tener.”

Deleitémonos con el poema Árbol de mi alma, de José Martí:

Como un ave que cruza el aire claro,
Siento hacia mí venir tu pensamiento
Y acá en mi corazón hacer su nido.
Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas
Como los labios frescos de un mancebo
En su primer abrazo a una hermosura:
Cuchichean las hojas: tal parecen
Lenguaraces obreras y envidiosas,
A la doncella de la casa rica
En preparar el tálamo ocupadas:
Ancho es mi corazón, y es todo tuyo:
Todo lo triste cabe en él, y todo
Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!
De hojas secas, y polvo, y derruidas
Ramas lo limpio: bruño con cuidado
Cada hoja, y los tallos: de las flores
Los gusanos y el pétalo comido
Separo: oreo el césped en contorno
Y a recibirte, oh pájaro sin mancha!
Apresto el corazón enajenado!

 

Fuentes: www.aldia.cu y www.josemarti.cu

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