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En todos los lugares que visitamos no dejamos de ver nunca esta frase: Buen Vivir, la cual según conversábamos con los residentes era incluyente en todos los procesos sociales de Ecuador.

Huellas de un Festival (III)

Víctor González Cardoso |
30 de Enero de 2014 / 9:00 am
En todos los lugares que visitamos no dejamos de ver nunca esta frase: Buen Vivir, la cual según conversábamos con los residentes era incluyente en todos los procesos sociales de Ecuador.

En todos los lugares que visitamos no dejamos de ver nunca esta frase: Buen Vivir, la cual según conversábamos con los residentes era incluyente en todos los procesos sociales de Ecuador.

Quito, el centro del mundo

El recibimiento en el aeropuerto fue muy cálido, un número grande de organizaciones políticas y de izquierda nos recibieron con mucha bulla, consignas y frases, a lo que nosotros respondimos con más bulla y algarabía. Ecuador tiene el mismo huso horario que nuestro país, por lo tanto con precisión puedo decir que llegamos sobre las ocho de la mañana.

Quito es precioso, una ciudad altamente desarrollada, colorida y llena de vida. El clima es un dolor de cabeza: lo mismo hace frío que calor, que llueve y que vuelve a hacer frío. Según los viejos, en un día se pasaban las cuatro estaciones del año. Luego de las cinco de la tarde la temperatura baja mucho, sobre los ocho grados o menos, había que estar muy abrigados. Te encontrabas a veces algunas tardes en que hacía el mismo frío y el Sol, dándote en la cara, te quemaba. De verdad que era una locura.

La capital es toda montañosa, era muy difícil encontrarse una carretera que estuviera en un llano. Las casas son construidas tipo cerros, con pendientes de 35 grados de inclinación. La presión es muy diferente, estamos hablando de un país que está a más de 2, 5 km sobre el nivel del mar, a algunos le dio mareo y otros se cansaban con facilidad cuando caminaban. A mí no me ocurrió nada, seguro por la nariz… bueno, algo bueno tenía que sacarle ¿no?

Las calles eran impresionantes, debo admitir que por más que busqué no encontré ningún bache, chapucería o irregularidad en su diseño. Por cualquier lugar donde transitabas te encontrabas una obra en construcción, lo mismo un edificio, que un supermercado, que un metro… cualquier cosa. Recuerdo que salíamos de la Villa bien temprano y ya los constructores estaban en el lugar, lo mismo a la hora de regresar que siempre era de noche.

El tráfico también es un gran problema, los embotellamientos son muy frecuentes. De donde nos quedamos (que fue en una universidad religiosa) hasta el centro del evento, la distancia era corta, pero nos pasábamos hasta dos horas de viaje por el embotellamiento.

Muchísimos carros habían, todos tenían el denominador común: transportaban un solo pasajero: el chofer. Las colas de carros se te perdían en la vista y la contaminación en esos lugares es alta producto a al smog (humo). También había muy pocas personas en las calles caminando, aunque pude constatar que el transporte público es muy bueno, rápido y eficiente.

Había puntos de venta, tiendas, edificios de negocios en todos los bordes de la calle, uno al lado del otro y en grandes cantidades, además de infinidad de carteles publicitarios que te volvían loco diciendo que compraras esto y aquello. Yo no entendía mucho: todo era la mejor opción y más barata. Eso afeaba un poco la ciudad, lo compensaba las edificaciones y la limpieza de las calles, que con certeza eran acogedoras a la vista.

Uno de los días que nos trasladamos al evento se nos ocurrió encender la radio, sin mentir, la escuchamos 30 minutos contra la voluntad de algunos, de los cuales 20 minutos eran propaganda y anuncios de compra por Navidad. Los programas te lo interrumpían y las noticias eran si “Pepe se casaría con María” o algún que otro tema musical para alegrar el momento.

Los ecuatorianos son de estatura muy chica con cortes faciales de indígenas. Su trato y respeto hacia nosotros fue siempre muy amable y cordial. Su idioma oficial es el español, aunque también hablan quichua en ocasiones.

Los pocos hombres que veías en la calle, estaban vestidos de traje y las mujeres con cierta edad, utilizaban mucho la ropa tejida a mano. El 98% de la población es religiosa y el 50% de las universidades privadas. Predomina la propiedad privada, incluso los ómnibus que nos transportaban.

Correa, la Revolución Ciudadana y el Buen Vivir

Los ecuatorianos tienen sentido de pertenencia hacia su país y le tienen un amor a Correa que se les desborda por la ropa. Hay que recordar que Correa es el presidente que sacó a Ecuador del destrozo económico que vivía por allá por los años 2000 al 2005. Él asume la presidencia en 2006 y los presidentes antes que él nunca lograron terminar su mandato, siempre eran derrocados por manifestaciones o se retiraban antes de culminar el período de gobierno. Correa estudió economía y es uno de los líderes de punta de América Latina.

Lleva adelante el proyecto de la Revolución Ciudadana, bajo el lema del Buen Vivir, que no es más que una frase sacada del quichua la cual significa: que todos puedan vivir una vida placentera, próspera, utilizando los recursos de la naturaleza y no malgastando o derrochando, que todos tengan los mismos derechos y las mismas oportunidades. En todos los lugares que visitamos no dejamos de ver nunca esta frase, la cual según conversábamos con los residentes era incluyente en todos los procesos sociales que se llevaban a cabo.

Escuchar a Correa a menos de 50 metros era todo un privilegio y más por lo que representa para el mundo. Su figura creció luego de vencer el golpe de Estado de la policía que intentó derrocarlo. Habla sin miedo y con una franqueza espeluznante.

El día 7 de diciembre fue la inauguración del Festival y las palabras centrales de apertura corrían a su favor. Cuando llegó fue un escándalo por la seguridad que traía, corrió por un pasillo donde estaban las delegaciones, ahí tuve la posibilidad de verlo y de rozarle la mano muy brevemente, pues la algarabía de la gente sumado con el cordón del ejército no te permitía mucho tiempo en el mismo lugar. Fue recibido con muchísimos aplausos y vítores.

Eran ya cerca de las seis o siete de la noche, el frío apretaba que daba la sensación que estaba nevando. Quien primero habló fue Gabriela Rivadeneira, la presidenta de la Asamblea Nacional, 30 años solamente tiene. ¡Increíble cuando supe el dato de su edad! y dirigiendo la Asamblea de Ecuador. Hizo gala de una oratoria magistral que dejó el escenario abierto y bien caliente. Le siguieron otros dos anfitriones. El tiempo se cerró bruscamente como ya se nos hacía habitual, comenzó entonces a llover, granizo era lo que estaba cayendo del cielo, el agua era hielo que junto al aire parecía que estábamos en medio del Ártico.

Los delegados comenzaron a irse en maratón, los cubanos eran los que más firme se mantenían. Yo estaba en la disyuntiva pues solamente había llevado un único pantalón y un solo par de zapatos. Fue entonces que Correa se paró de la mesa donde estaba presidiendo bajo techo, cogió el micrófono y salió a la intemperie a dirigirse a nosotros. Yo que estaba medio indeciso al ver al “caballo de Atila” saliéndole de frente a la lluvia, las dudas desaparecieron al instante, ya después se resolvería el problema de la ropa, como en efecto ocurrió gracias a manos amigas.

El chubasco no cesó por un buen rato, al contrario, apretó. Correa dio un ejemplo de valentía, no nos olvidemos que tiene un poco más de 50 años y que cualquier lluvia atenta contra su salud. Esto hizo que nos quedáramos firmes en el lugar escuchándolo hasta el final. Dio su discurso con una serenidad, solo como él nos tiene acostumbrados.

Terminamos bañados completamente, con el agua corriendo como río a los pies. La lluvia no cesó toda la noche. Nosotros no paramos de gritar consignas hasta que se montó en su carro haciendo un gesto de saludo hacia los cubanos. Irma y Aylín estaban cerca de mí, mojadas de pie a cabeza también.