Maestro de alma y de profesión
Desde hace varios años Víctor Roque Domínguez se abre caminos en el magisterio y siente el privilegio de ser maestro de la casa de altos estudios de la que egresó.
Su impronta no se ha quedado solamente entre las paredes de las aulas del docente Rubén Martínez Villena, su dedicación a la formación de las nuevas generaciones lo ha hecho merecedor de varios premios que ponderan su ejemplo de consagración y entrega a esta profesión.
Hablar sobre su rol en la Facultad de Ciberseguridad le supone una gran satisfacción porque en este sitio ha encontrado el espacio para realizarse profesionalmente e incidir no solo en los noveles educandos sino también en sus compañeros de labores para quienes es un guía y un ejemplo a seguir.
- ¿Qué es lo más apasionante de ser profesor?
- Lo más apasionante de ser un profesor es contribuir a la forja del futuro de la Patria desde las aulas. Teniendo en cuenta que nuestro producto es el profesional que entregamos a la sociedad cubana, el esfuerzo por lograr la calidad debe ser motor impulsor para la transformación de la clase.
- ¿Qué cualidades no debe faltar en un maestro?
- El amor por sus estudiantes y la paciencia infinita, como padres que forman a sus hijos, el profesor cumple esa misión por lo que las dos cualidades son imprescindibles. Entusiasmo contagioso e innovación perpetua para movilizar a los estudiantes y mantener la motivación viva en vista a lograr una correcta orientación profesional y consistente educación integral.
- ¿Cómo afronta la tarea de educar ante los nuevos escenarios?
- Con mucho valor, el contexto actual es difícil, de muchas necesidades y de una intensa guerra ideológica. Aún así voy al aula con mucho entusiasmo para tratar de orientar a los estudiantes por el mejor camino y lograr una formación integral.
“Mi mayor temor es al completo desarraigo de los jóvenes para con su cultura y la creciente brecha entre estos y lo que nos define como cubanos. Ahí, a reducir estas tendencias, oriento mis esfuerzos y dedicación”.
- ¿Qué le ha dejado esa práctica cotidiana, ese contacto directo con los estudiantes?
- Los estudiantes son nuestra materia principal, siempre aprendemos de ellos, nos transformamos debido a ellos y amamos nuestra profesión por ellos. De la práctica cotidiana he aprendido que no existe un estudiante malo sino mal comprendido, siempre hay que buscar que detrás existe una historia que es causa de tal efecto. Que no debemos tener prejuicios, pues nos hacen fallar en nuestro criterio y erramos en la orientación del estudiante hacia una formación de valores acertada.
“Esta práctica me ha enseñado que siempre se deben escuchar todas las versiones antes de tomar decisiones. Que la verdad absoluta no existe, y que es importante llegar a consensos. Me ha enseñado lo importante de pedir perdón y que la discriminación no viene solo del lenguaje hablado sino principalmente de nuestro comportamiento. Me ha hecho crecer como persona, por sobre todo está que el reconocimiento nunca lo debo esperar en lo que me dicen los estudiantes ni tan siquiera que me contacten sino por lo que hacen, como se comportan, la imagen que proyectan; que sus logros son los míos también”.
- ¿El hecho de ser joven facilita tu labor como docente?
- Considero que sí, pues tengo esa conexión generacional latente y cercana. Comprendo el lenguaje y cómo se desarrollan las relaciones en el contexto actual y me permiten trabajar estrategias que cohesionen a los estudiantes como equipos o desarrollen mejor sus habilidades.
- ¿Considera que es lo mismo ser maestro que educador?
- Pienso que un educador va más allá que un maestro. Un educador es por naturaleza transformador, no solo se dedica a la instrucción también tiene que orientar sus esfuerzos para preparar a un profesional más competente, con mayores habilidades, pero con gran sentido humanista, y con un conjunto de valores que le permitan la conducción del futuro de su país.