Dar y recibir por partida doble de nuestra misma receta
Unos fueron convocados por el proyecto teatral “Sin guión”, los otros se fueron sumando a la idea casi por casualidad, casi por necesidad. Y así poco a poco se fue conformando una pequeña brigada artística, aventurera y soñadora, juvenil y batalladora.
¿Cómo será todo? ¿Qué nos encontraremos allá? ¿Alguien nos recibirá? La misión cultural a un lugar desconocido iba lanzando preguntas que entre misterios y ánimos espontáneos se iban tejiendo entre los brigadistas.
Era la primera vez que una tropa de Octavitos salía con el fin de llevar su arte a una comunidad. Por eso los nervios de algunos, la ansiedad de otros pocos, y las ganas de todos se iban canalizando mientras recorríamos el espacio hasta el lugar de la misión: la comunidad de La Salud, en el municipio mayabequense de Quivicán.
La misión: llevar el espíritu joven de la Universidad a través del mensaje cultural a una comunidad, extendiendo su objeto social como formadora de valores en la sociedad.
Resuelto el misterio, llegamos al lugar equivocado – para las leyendas que por el camino se iban construyendo entre los más visionarios aventureros – , el desierto no fue tal y el silencio lo fue menos: la alegría de más de 30 niños mientras hacían de las suyas, en un lugar en extremo movido y natural.
¿Y qué más se ha de esperar cuando se llega a un lugar y nos reencontramos con el calor humano de la vida diaria del cubano, aquel que te atiende sin conocerte, te saluda sin esperar de vuelta, o te socorre sin que lo pidas?
Allí se disipó el miedo y nada pudo impedir que mientras algunos recordaban sus textos o afinaban sus guitarras, otros jugaran con los pequeñines en un mar de risas y travesuras.
Los vecinos nos llevaron a sus casas, que se convirtieron en camerinos mientras acondicionábamos el escenario construido para la ocasión.
A uno de los artistas, el trovador del grupo, se acercó un pequeñín y tomándole de la mano lo llevó hasta su casa, pidió permiso a su madre y casi sin esperar respuesta trajo su guitarra para que le enseñara cómo colocársela y tocar correctamente.
Después de las palabras del Delegado comenzó el espectáculo. Por el escenario desfilaron declamaciones, estampas de humor criollo, reflexiones, una danza, el concurso de tres solistas, y hasta se improvisó un “complaciendo peticiones”. Los aplausos no se hicieron esperar, la risa de los niños y las carcajadas de los no tan niños fue el mejor de los premios.
La abuelita de espectadora en un sillón desde el portal de su casa, los que se quedaron a disfrutar desde su balcón y hasta los más cómodos que buscaron sus sillas, sus bancos y por qué no sus etcéteras para acomodarse en primera fila.
Un manto de amor rodeó a los artistas Octavitos
Una señora mayor nos agradeció con el amor y la sabiduría que solo una abuela sabe entregar. Alguien le regaló una rosa a una de las artistas y desde entonces los pobladores de La Salud están en el corazón de cada artista de la Facultad 4.
Al Consejo Popular de La Salud fuimos a entregar nuestro arte aficionado, improvisado y espontáneo; el que sabemos hacer. Pero trajimos de regreso el amor del pueblo, la franqueza y la sabiduría de un barrio que nos enseñó la utilidad de lo que hacemos.
Por eso, entre agradecimientos de los representantes de la comunidad, caldosa y recuerdos a pie de obra de nuestra aventura, fuimos comprometiendo el espacio para próximos encuentros.
Hoy todos los que participamos en la primera visita somos mejores personas, por eso debemos darle las gracias a la comunidad.
Entregamos amor y nos dieron por partida doble de nuestra misma receta.