Ubieta propone ver a Cuba desde lo alto
Ante la disyuntiva planteada desde el propio título, Cubasí ofreció a sus lectores una entrevista realizada a Enrique Ubieta Gómez, a propósito de su libro Cuba: ¿revolución o reforma?
“Los revolucionarios en el poder podemos y a veces debemos hacer reformas, pero no ser reformistas. Es una diferencia sutil, pero esencial. En la historia de Cuba el espíritu revolucionario –del que José Martí y Fidel Castro han sido paradigmas–, es creador, el reformista es crítico y descriptivo; frente a lo aparente imposible el primero revela (o construye) la posibilidad latente, mientras que el segundo cae abrumado y vencido. Uno acepta “lo posible” como el límite de toda actividad política; el otro descubre nuevas posibilidades en el territorio de “lo imposible”. En palabras de Martí, el revolucionario vuela como el cóndor, y el reformista –falto de fe en el ser humano y en la posibilidad de construir mundos mejores, y deseoso de conservar su pequeño “rancho”–, “insectea” por lo concreto. Los cambios, las posibles reformas, jamás deben conducirnos al reformismo, como quieren nuestros enemigos históricos: tenemos ojos de cóndor y necesitamos ver el mundo desde lo alto”,planteaba el ensayista, investigador y periodista cubano, que en la tarde de este martes 5 de junio asistió a nuestra casa de altos estudios.
Coordinado por uno de los portales de la UCI, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) de la Facultad 4, un diálogo ameno entre el escritor y los jóvenes de la UCI, se materializó en uno de los edificios donde se imparte docencia en la Universidad.
El texto, entendido por el propio autor como "declaradamente polémico", reúne varios ensayos publicados, a lo largo de tres años, en su blog La isla desconocida. Conceptos que desenredan los caminos de la Revolución o ponen al descubierto el fenómeno de la Reforma, cruzan las páginas en las que Ubieta dilucida sus razones en torno al consumo, la solidaridad o el heroísmo: en medio de la izquierda o derecha, como fenómenos contemporáneos arropados con el desafío de la evolución.
En la presentación, quedó claro que el libro se erige como soldado -en la tarea de rescatar los valores que nos identifican- o como arma para encontrar fortalezas y transformarnos frente a nuestros adversarios, porque “(...) solo desde el conocimiento o los conocimientos, puede ganarse la libertad”. Con un enfoque cultural, cada capítulo, aborda el debate intelectual -y hasta popular- en torno a la Revolución cubana, bajo una perspectiva que trasciende lo ideológico y lo artístico.
¿Acaso restaurar el capitalismo en la Isla caribeña? tal es el hilo conductor en la propuesta de Enrique Ubieta, que no esconde la labor contrarrevolucionaria de algunos que insisten en subvalorarnos. Sería un gran error asimilar los modelos que subliminalmente nos transmiten: asegura de modo tajante el escritor. Muchos, así, quedaron motivados durante el intercambio de pensamientos, o el llamado a la reflexión, a tono con una realidad y un futuro que a todos nos toca.
Ahora, solo les ofrezco algunos fragmentos del libro (que de alguna manera fueron relatados en su presentación), como invitación a su lectura:
“A media cuadra de una concurrida arteria de Berlín, fue reconstruido el famoso Checkpoint Charlie, una de las puertas del otrora Muro que dividía en dos a la ciudad. En un edificio cercano, un anuncio comercial ocupaba, en enero de 2010, toda la fachada: Be stupid, era el slogan promocional. Pero el mensaje era más elaborado: “smart may have the brains, but stupid has the balls” (el listo, o el inteligente, puede que tenga cerebro, pero el estúpido tiene pelotas o huevos). Es una foto en la que aparece una muchacha que muestra sus senos desnudos a la cámara de vigilancia de un muro (puede ser el muro de una cárcel o simplemente el de una mansión privada, o quizás –y es lo que sugiere el mensaje, en su contexto berlinés–, el desaparecido Muro). El gesto es divertido e irreverente, pero no expresa opción de vida alguna, mucho menos un proyecto de cambio colectivo. En letras pequeñas, a un costado, aparecía la marca que adoptaba el extraño mensaje: Diesel, fabricante –entre otros productos textiles–, de pantalones vaqueros. Los destinatarios son naturalmente jóvenes. Sé estúpido, claro, no se traduce literalmente. Significa que seas “loco”, irreverente, que encauces el exceso de adrenalina, la innata rebeldía juvenil en actos de desacato, de divertido descomprometimiento o de irresponsabilidad”.
“(...) En una ciudad como Berlín, que es un museo del anticomunismo a cielo abierto, cada exhortación a la trasgresión en los jóvenes tiene el mismo punto de partida y de llegada: el cuerpo humano (…) Es una rebeldía que el mercado auspicia con entusiasmo: el cuerpo se abastece en los grandes centros comerciales (donde es posible hallar todo el exotismo, toda la “rebeldía” que aporta la moda) y transforma el consumo en un complaciente espejo mágico (…) El mercado es el gran ideólogo del capitalismo. No explica nada, elude los razonamientos, detesta a los listos, cultiva la estupidez. Diesel manipula la rebeldía juvenil por caminos ciegos, pero se nutre de ciertas tendencias sico-sociales de fin de siglo.
“La campaña de Diesel, sin embargo, me remite a un texto muy breve, programático, de José Manuel Prieto, un escritor cubano de la generación de los ochenta, que se radicó en los Estados Unidos:
“Esto es lo que había querido mostrar Guillermo Cabrera Infante [escribe orgulloso de su descubrimiento]; los hombres a salvo en el reducto de su piel; anteponer lo personal, la motivación que puede ser tildada de frívola y egoísta, pero que cuenta con la gran ventaja de ser tuya y de nadie más. (…) Ocurrida mi feliz conversión a Homo frívolus, yo, que quería escribir novelas, abandoné sin vergüenza la meta de la ‘Novela de la Revolución’, de la NOVELA. ¿Qué se había alcanzado por esa vía? Nada o casi nada. (…) Porque la respuesta es mucho más sencilla: no hay tal, no existe la vida más allá de esta vida. (…) Tránsito hacia lo frívolo, o lo que es lo mismo, hacia lo humano: los grandiosos objetivos de la época rebajados a pequeñísimos goces actuales; un presente hinchado de significados, vasto, disfrutable en todos sus resquicios.
“Para este novelista, los Estados Unidos difunden “la cultura del disfrute del presente, de lo lúdico” (…)”.