Sueños y realidades: una década después
No tuve el privilegio de estar aquí por esos días, pero cada vez que escucho a algún fundador evocar los cimientos desde donde se edificaron las bases de este gran proyecto, siento una dosis alta de orgullo por formar hoy parte de él.
Eran aquellos días en los que solo de divisaba el edificio de La Casona –por aquel entonces se le llamaba la casa estudiantil– y pululaban las botas y las capas ante el perenne desafío de la lluvia y el fango. Corrían los tiempos en los que todo nacía a una velocidad pasmosa frente a los ojos de optimistas e incrédulos.
En medio de aquel parto prematuro, no hubo mejor receta que la cultura para catalizar tanto entusiasmo. En muy poco tiempo desfilaron por la naciente universidad no solo las más renombradas figuras de nuestro arte nacional, como Alicia Alonso o Silvio Rodríguez, sino que también se sumaron prestigiosos intelectuales de la talla de Ignacio Ramonet o el Premio Nobel de Literatura José Saramago, por solo citar algunos.
Se sumarían a esta lista reconocidos imagineros, que dotaron a la UCI del patrimonio escultórico contemporáneo más importante del país. La magía de Flora Fong, Alicia Leal, Bonachea y otros, transformaron paredes sin aparente significado en murales llenos de magia y fantasía.
De toda esa amalgama nació el movimiento de artistas aficionados y no demoró mucho en convertirse en el alma de la naciente universidad. Surgieron así las principales tradiciones que ahora conservamos con tanto orgullo.
Y como no podía estar ausente de ningún modo, Mella se hizo perpetuo en su molde de bronce, y ahora observa complaciente cada paso certero hacia un futuro mejor, desde la céntrica plaza que hoy lleva su nombre.
Es cierto…yo no estuve el presente cuando surgió este hermoso proyecto, pero al mirar la vista hacia el pasado y revivir las imágenes, siento una grata sensación de orgullo por formar hoy parte de él.