Dayana de la UCI, historia parecida a la de cualquier estudiante fundador
Hay una isla en las Antillas que se llama Cuba, donde Fidel Alejandro, un Comandante en Jefe que la hizo libre junto a muchos corajudos y a un pueblo, luchaba por darle oportunidad a todos de realizar sus ilusiones y tenía el don de soñar el futuro y hacerlo realidad.
En ese país vivía la niña Dayana Caridad Tejera Hernández, única princesa de un humilde hogar, quien pocas veces salía a jugar. Prefería quedarse en casa leyendo o disfrutar de los paseos a los museos para ver las vasijas en que los indios hacían el casabe, o al ballet a asombrar sus ojos con el vuelo de los cisnes blancos y negros en el lago. Y si había Feria del Libro, insistía hasta que su papá la llevaba a disfrutar con Elpidio Valdés, El cochero azul y La Edad de Oro.
Esas costumbres la hicieron destacarse en la enseñanza primaria y estar entre los primeros expedientes académicos, ser Jefa de Estudio de su aula y de Exploración y Campismo de su centro escolar en la Organización de Pioneros José Martí, y monitora de varias asignaturas.
En la Secundaria Básica se casó con una sonrisa de satisfacción que todavía no la abandona. Fue una etapa rosada donde se sentía querida y reconocida por ser ganadora de varios concursos, escribir poemas, dirigir el colectivo, ser segundo expediente, superada solo por dos décimas de promedio.
Si Cirilo Villaverde fuera de su época y la hubiera visto junto a sus primas bailando hasta el amanecer, tendría una idónea inspiración para su Cecilia Valdés. Pero se convirtió en más que una muchacha divertida. Era la etapa del preuniversitario, y estaba en uno de los más prestigiosos de Cuba: el Instituto Vocacional de Ciencias Exactas Vladimir Ilich Lenin, donde seleccionó amigos sencillos como ella y tuvo muy buenos resultados.
La Dayana de esta historia real, entregada a beber de cada visita, a asistir a las movilizaciones, entre las que destacó las de la lucha por la liberación del niño Elián González, hace 15 años cambió sus sueños de ser psicóloga para escalar a la Ingeniería Informática, cuando llegaron a la Lenin los fundadores de un nuevo proyecto, cuadros políticos junto a profesores, muchos procedentes de la prestigiosa Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (antigua CUJAE), y presentaron algo diferente.
Totalmente enamorada, divagaba: becada, con una computadora en el aula y otra en el cuarto. Es una oportunidad que me llega junto a la incertidumbre de lo desconocido. Es un proyecto nuevo, pensado por Fidel con la intención de extender y resolver la informatización de todo el país, le están poniendo mucho interés…
No hizo falta más, el 16 de septiembre de 2002 entró en la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI) para comenzar las clases el 23, una semana después.
Pero ¿qué le pasó a Dayana el 12 de diciembre de 2002 que no le cabía la satisfacción en el corazón, que miraba al recién llegado y no podía creer que lo tuviera tan cerca, que fuera tan alto, que les hablara un hombre tan grande: !Fidel, el líder de la Revolución Cubana!?
Guarda cada detalle en el centro del mejor cofre de sus recuerdos, ahora entrecortados por el orgullo: un momento precioso…, increíble…., que no había tenido…., ni tuvo nunca más. Casi le pudo alcanzar la mano. No sale en las fotos…., aunque era su grupo…., porque sus compañeros…., con el mismo afán…., le impidieron acercarse más.
Fue algo de otra magnitud, con nada comparable.
Claro que en el año inicial de la UCI no había tanto fango, lo peor fue al regresar de las primeras vacaciones. No sabía cómo iba a entrar y le pareció broma que les dieran botas y capas de agua. Se preguntó:
-¿Lloverá más aquí que en otro lugar?
Pronto se dio cuenta de la importancia de esos accesorios.
El Proyecto Futuro la capacitó para todo, hasta llegar a una graduación que considera diferente. Maduró entre amores y desamores, intensidad de estudios y tareas de choque, el encuentro con personalidades entre las que recuerda al médico del Che y a la hija del Guerrillero Heróico, lo que contribuyó mucho a su formación revolucionaria y como ser humano.
Aportó a los debates de temas nacionales e internacionales como dirigente del Comité de la UJC en la Universidad y de su facultad, que siempre fue la 3. Tocó la Historia y eso le ayudó a concientizar el momento que vivimos y la necesidad de tener una convicción para defender a la Patria. Los análisis oportunos les hacían sentir la necesidad de su ejemplaridad en este proyecto.
En su imaginación se ve en uno de los días especiales, en que los llevaron a ver la película futurista Minority report, que vino su director, Steven Spielberg. También se observa cuidando a los enfermos venezolanos durante la Misión Milagro y en las marchas por la libertad de los Cinco Héroes.
Así, lo conquistaban todo, o casi todo, que no es lo mismo, pero es igual, como dijo el poeta.
Convertida en la Ing. Dayana Caridad Tejera Hernández se quedó laborando en la Facultad 3 en la Producción como analista principal del Proyecto Sigia, jefa del Departamento de Ingeniería y Gestión de Software, reserva de cuadros del Vicedecano de Formación, jefa del Grupo de Calidad y metodóloga del Departamento Docente Metodológico de la Vicerrectoría de Formación.
La cadena de tiendas PDVAL en Venezuela, le agradece su misión de instalar una aplicación de la empresa cubana CIMEX para la lectura de cajas y venta de productos.
A la par siguió superándose haciendo las categorizaciones correspondientes como profesora, defendiendo la Maestría en Tecnología Educativa en una universidad española y preparando su doctorado, también relacionado con el tema de la educación asociada con la tecnología digital, de conjunto con la Universidad Libre de Bruselas.
Dicen que a veces, cuando sus actuales alumnos desaprueban un examen o incumplen la tarea, Dayana guarda su sonrisa y les arenga:
“A ustedes les hace falta más debate, conocer qué está pasando, cuáles son los retos que tiene la Universidad e inmiscuirse en ellos. Cuando fui estudiante, en mi práctica profesional estaba frente al cliente, tenía que dar la cara con mi proyecto y era tan impactante que debía esforzarme por hacer lo mejor posible.
“Hay que esforzarse para estudiar, ser integrales, participar de alguna manera en los Juegos Deportivos y en los Festivales de Artistas Aficionados de la FEU, en las movilizaciones, en los proyectos productivos.
“En la primera graduación teníamos orgullo, estábamos motivados por todo, había euforia. Fidel estuvo y yo no estaba alegre porque soñé con obtener el Título de Oro, y teniendo capacidad para lograrlo, me faltaron unas décimas, porque no aproveché óptimamente el tiempo y no presté la atención requerida en cada momento.
“La UCI me ha forjado integralmente, me ha enseñado a preocuparme por los problemas no solo personales, sino de toda la Universidad. Todo lo que pasa, me afecta. He crecido con ella poco a poco, he estado en cada uno de sus momentos.
“Estos 15 años de la UCI han pasado por mí, por eso les puedo aconsejar que vayan a la historia de la institución, miren su misión y traten de interiorizarla porque está en sus manos, ya que no se trata solamente de tener una carrera universitaria. Hay que ser un buen profesor para seguir preparando a las nuevas generaciones, o cuando los ubiquen en un lugar, deben ser capaces de aplicar bien lo aprendido.
“Tienen que poner un poco los pies en la tierra y esforzarse para lograr lo que deseen, que debe incluir el desarrollo personal y la proyección social, de entrega a la sociedad que ayudó a formarlos. Vean lo que hay de especial en esta Universidad.
“Estén tranquilos y aprendan por ustedes mismos, sin pretender que nadie venga a traerles el conocimiento a sus cerebros directamente. Hay que “comerse” los libros.
“No protesten tanto y traten de dar un poquito más, que la vida se los retribuirá en algún momento”.
Y cuenta la esperanza roja que vive a la entrada del aula que los estudiantes tampoco ríen y el silencio penetra en el alma. Algunos no dejan de mirarla; otros… bajan la cabeza.