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Trabajadores del CC1 y combatientes internacionalistas que participaron en la misión de liberación de Angola. De izquierda a derecha: Herminio, Juan, Luis y Lázaro.

Proeza de internacionalistas en Angola camina por la UCI

Tania García Torres |
10 de Noviembre de 2015 / 11:44 am

Trabajadores del CC1 y combatientes internacionalistas que participaron en la misión de liberación de Angola. De izquierda a derecha: Herminio, Juan, Luis y Lázaro.

Coger con la mano lo que pasó en Angola, es difícil de contar, atestigua Herminio Pacheco Machado, internacionalista cubano que participó como telefonista y liniero en la localidad de Negache y Dongo de esa nación africana y trabajador del Complejo de Comedores 1 (CC1).

Sin embargo, el hecho vuelve a tirar de las mentes de los congregados. Y a miles de kilómetros de Cuba viajó también el pensamiento de Luis Milán Pérez, Lázaro Félix Pulido Godínez y Juan Amaya La Fuente, internacionalistas y trabajadores del CC1 de esta Universidad.

Milán, como Pacheco, apenas tenía 17 años cuando llegó en 1979 a Wila, Lubango, como recluta de artillería pesada terrestre, BM y obuses; bajo el mando del hoy general de división, Ramón Pardo Guerra. Pulido y Amaya, sin embargo, contaban con una experiencia militar que benefició su asistencia en el abastecimiento del regimiento de la defensa antiárea y la transportación de la batería antiaérea del aeropuerto en Luanda, respectivamente.

“Momento difícil fue cuando vi venir esos helicópteros cargados de heridos y muertos, eso fue terrible y uno se impresiona”, relata Amaya.

La unidad mía, narra Milán, fue una de las primeras a las que se le dio la Alarma de combate para apoyar las personas accidentadas en la Loma de la Leva, tanto para el rescate como para el hospital a donar sangre. Luis traga en seco: “Aquello era horrible”.

“Son momentos que tiene uno en la vida y a veces no se pueden ni contar”, añade Pacheco. “Uno se topa con cosas que nunca ha hecho -expresa- pero por ser cubano, te salen y te salen bien”.

“En Chibemba –recuerda Pulido- empezaron a bombardear la base aérea cubana. Allí se acabó Troya. El hombre fornido de estirpe africana contrae los músculos del rostro, demuestra con sus manos lo que expresa y se duele el rostro ya achicado: una bomba explosiva cayó allí, y le arrancó todos los dedos a un cocinero”.

Pese a los quebrantos y bajo esas condiciones embarazosas, “si hay una cosa que hay que reconocer, es que, cuando los cubanos se mueven de su país para otro lugar, donde quiera que sea –explican también los gestos de Luis- hay una unidad, una compenetración; como una familia. Allí -agrega Lázaro- no se miraba si tú eras de Pinar del Río o de Oriente”.

Recuerda Luis que en aquellas circunstancias, “más o menos tú le das ánimo al otro, y conversas con él. Ahí todo el mundo es padre”.

El que está a tu lado, “menos tu esposa, es, hasta tu hermano”, concuerda Herminio, quien exhortó a las generaciones de hombres y mujeres cubanos, a preservar aquella unión que germinó entre todos los internacionalistas en Angola.