Parte inseparable de la ciencia y la computación cubana
A solo horas de iniciar la competencia real de la Final Caribeña del ACM-ICPC, el evento más importante de computación para universidades que se celebra en el mundo, me detengo a observar cuánto hemos avanzado en esta rama indetenible, indispensable para la sociedad moderna.
La UCI, a 10 años de fundada sigue dando pasos de gigantes y no se detiene: florece, convoca, comparte el fruto. Desde el 2007, cuando en Venezuela asistió por primera vez, el desafío estaba lanzado: “sumaremos cada universidad de Cuba a la competencia”.
Al mirar los resultados de la Final Nacional de este año, observo como 80 equipos participaron y pienso en aquel reto del año 1969, donde Fidel integró un pequeño grupo de universitarios que diseñaría y construiría la primera computadora cubana.
Entre aquellos jóvenes escogidos estuvo Tomás López Jiménez, quien fuera décadas después educador en la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI). A este protagonista debemos, en parte, esa proeza científica.
Como orgullo para todos su imagen vive cada día, en esta escuela nueva creadora de talentos. Quienes lo conocimos siempre recordamos su interés de insertar la UCI en las competencias del ACM-ICPC.
Hoy el Movimiento de Programación Competitiva “Tomás López Jiménez” ha logrado con su bregar diario, inmortalizar su impronta. Él es parte de los resultados, de la ciencia, de la computación cubana.
De Tomás dijo Alan Clements:
“Nunca he conocido a nadie tan entusiasta con su trabajo. Él nunca descansaba. Probablemente fue el profesor más amable y accesible que he conocido - totalmente dedicado a sus alumnos y colegas. Llegué a respetar, admirar y amar a Tomás.”